Los desafíos que nos vamos proponiendo a lo largo de nuestra vida te pueden suponer un gran hándicap para todo lo que hagas, como si se tratase de una barrera invisible e infranqueable, lo intentas, te esfuerzas, pero tu falta de confianza en alcanzar tu objetivo implica que la siguiente vez que te propongas superarla, antes incluso de hacerlo, ya tengas la certeza inconfesable de un nuevo fracaso.
A todos nos pasa que se nos atragantan metas lo que supone aún más frustración cuando ves a personas a tu alrededor que sí que lo consiguen y además sin esfuerzo aparente,
- Exámenes que no consigues aprobar
- El trabajo tan perseguido que nunca te llega
- La meta deportiva que nunca alcanzas
- El ingles, que no se te da bien
- El carnet de conducir que te sientes incapaz de conseguir
- El cliente que tanto tiempo llevas rondando y que se te resiste
- Tu negocio que no levanta cabeza
- La exposición en público que te vuelve a paralizar
- …
Ya sea por falta de confianza o que el ser humano tiene una especie de dispositivo que deja impreso en tu subconsciente todas las experiencias de fracaso que sufres, como si de una caja negra se tratase, el caso es que cuando volvemos a afrontar esas asignaturas pendientes, en nuestro sistema nervioso se activan todo tipo de resortes que provocan resultados en la siguiente vez peores aún que los anteriores.
Todos esos ejemplos cotidianos y muy habituales nos atormentan y producen en nosotros una sensación de angustia constante que llega a afectar de una forma extraordinaria a nuestro estado de ánimo, convirtiéndose en un bucle recurrente provocando que una y otra vez caigamos en los mismos errores, hasta el punto que interiorizamos esa barrera y algo que pudiera ser de naturaleza externa lo asimilamos hasta que termina por convertirse en un complejo difícil de erradicar. Estas barreras están en ti pero con perseverancia y confianza lo lograrás, todo depende del nivel de deseo que deposites en tus metas.
El mayor problema es que tu seas el origen de esa barrera, porque cuando la barrera eres tú de nada te podrás lamentar y hasta merecerás un fracaso detrás de otro, como si se tratase de tu propio purgatorio.
Cuando la barrera eres tú
La semana pasada presencié una situación que motivó la entrada de hoy.
Cuando voy camino al trabajo, a clase o aunque sea salir comprar el pan, tengo por costumbre obligarme a llegar a mi destino por caminos distintos, no voy a mi trabajo siempre por la misma ruta o a clase por el mismo camino. Me gusta hacer trayectos distintos porque da lugar a que te puedan suceder cosas distintas o te encuentres con gente diferente. Una de esas tardes decidí entrar a una cafetería que acababa de descubrir en uno de mis nuevos itinerario y decidí tomarme un café antes de comenzar mi turno de tarde.
Lo que me llamó la atención fue una conversación desganada entre el dueño del local, aparentemente nuevo y moderno, y un cliente con el que al parecer tenía buena relación. Sí, has leído bien cliente en singular en una cafetería con pocos meses de apertura.
Era una tarde vísperas a un fin de semana largo, pues iba precedido de días festivos.
Cliente: «…Malono, ¿abres mañana?
Propietario: «Puuuufff, no lo se Antonio, según me de, esta noche lo decido y mañana ya veremos…»
¿Lo qué?, te quejas de tu infortunio, tienes un local vacío y ¿ni tan siquiera puedes trasmitir a tu único cliente cuando le volverás a dar servicio? No soy nadie para juzgar cuando un negocio debe o no abrir, pero que alguien esté dispuesto en gastar monedas en lo que vendes, se acerquen a ti y tú no estés, es un plantón en toda regla de alguien que ni tan siquiera conoces. Desde luego si yo voy a una cafetería y me encuentro una persiana bajada cuando se supone que ha de estar abierta no volveré, siempre hay alguna otra que sí es comprometida y seria con su trabajo y su clientela.
La aleatoriedad en tu trabajo sin un rumbo establecido, sin marcar tus objetivos, ni tu camino, sin saber a donde vas, sin establecer una ruta de compromiso, dejando de lado a quien debe ser tu ley motive en tu empresa, es sinónimo de un suicidio estrepitoso. Ni tan siquiera lo denominaría como fracaso, pues este siempre encierra alguna moraleja de la que puedes extraer lecciones útiles para la siguiente intentona.
La falta de actitud es la peor de las barreras, paraliza y contagia, te engaña a ti mismo y por extensión a todos los que te rodean y siempre tendrás una coartada para justificar tu resultado. Romper el estatus quo de mediocridad en el que muchos se encuentran tan cómodos es una misión imposible.
Ser perezoso no tiene nada que ver con la crisis, no respetar lo que haces tampoco
Llegado a este punto te daré la solución para superar la mayor de las barreras:
Si no lo quieres hacer, cállate y no molestes
Así que por favor, para de lamentarte por lo que de verdad no quieres hacer, si no te respetas ni a ti ni a tu negocio ni a todo el que deposita su confianza en ello, ¿como crees que tus clientes, profesores, jefes, incluso amigos te verán? Sube la persiana de tus desafíos y permítete a ti mismo mejorar.
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